Sepulcre de Santa Eulàlia

Sepulcre de Santa Eulàlia

Moltes vegades, sempre pels volts de la festa de Santa Eulàlia algú et fa aquella pregunta que ningú vols que et faci. La cosa va més o menys així, després d’explicar alguna de les tradicions eulalienques i havent deixat clar que possiblement Santa Eulàlia de Barcelona és un desdoblament de Santa Eulàlia de Mèrida, algú amb curiositat pregunta… : Llavors en el sepulcre de la cripta de la Catedral, qui o què hi ha??

Una suor freda comença a aflorar pel front. I què li dic jo ara? Però per sort nostra, Frederic Marés, l’escultor i col·leccionista, va presenciar en persona l’obertura del sepulcre de la santeta i ho va deixar fixat a les seves memòries publicades al 1977. Per tant deixarem que parli en Frederic Marés que ho té més clar que jo.

HIS18501Más tarde, ya terminada la guerra, la pura casualidad, me llevara a estar presente cuando, por segunda vez, se abría el sepulcro (…) se trataba de averiguar de una manera cierta si existían los restos del cuerpo de Santa Eulalia, o se los habían llevado. Pues rumores los hubo y había que acallarlos, para tranquilizar los espíritus de la Barcelona devota de su Santa Patrona.

¡Quien me dijera que un día yo tenía que contemplar y más aún tener en mis propias manos pecadoras las reliquias de la Santa!

Era el 14 de diciembre de 1939, cuando me dirigía al Palacio de la Diputación, por la calle de los Condes de Barcelona, frente a la Puerta de San Ivo, tropecé con el contratista Amargós quién me invitó a presenciar un acto que, me dice, ha de impresionarme. Entramos en la catedral, descendemos a la cripta, apartamos un gran paño que la cerraba a la mirada de la gente y pasamos dentro. Los canónigos Dr. Serra Puig, Terradella, Vilaseca, Faura, el presbítero Carran, el jefe de ceremonial del Ayuntamiento Manuel Ribé y el sacristán, contemplaban el andamiaje que los obreros acababan de montar alrededor del sepulcro

(…) oigo que Amargós da la orden a sus obreros de tirar de las cadenas (…) Y la cabria empieza a chirriar y, lentamente, se mueve la tapa de mármol que cubre el sarcófago. El momento toma un cariz profundamente emocional. Se eleva la losa (…)

Nadie habla, el silencio es total, sólo el contratista da órdenes: “¡más un poco más, ¡basta! Ahora a la derecha, más, más, ¡alto!, bajen; y la losa desciende sobre los tablones (…)

El sarcófago está abierto, expectación: subimos al andamio, miramos dentro y descubrimos otro sarcófago en alabastro, más pequeño, menos de la mitad. Liso, sin el menor adorno en la caja (…) en la cara anterior, una inscripción en latín y en letra gótica (…) la tapa no pesa, un hombre sólo sin esfuerzo la retira. El momento es de una honda emoción. Todas nuestras miradas coinciden en un mismo vértice.

(…) Miramos y descubrimos un pequeñito montón de cenizas y unos cuantos restos de huesos. Muy escasos (…) Una vértebra, un pedazo del hueso frontal o parietal, y lo demás ceniza (…) y creo recordar unos pedacitos de tela de lino. Y esto y no más es cuanto figura en el sepulcro de Santa Eulalia.

Només em queda dir gràcies Frederic i fins la propera.